miércoles, 30 de diciembre de 2020

10 motivos por los que debes comprar en grandes centros comerciales si eres de izquierdas

Existe un mantra en la izquierda, repetido hasta la saciedad en los últimos tiempos, que santifica a las pymes y a los pequeños comerciantes. Seres de luz que representan un capitalismo humano, amable y cercano, muy distinto de la supuesta maldad depredadora de las grandes compañías. Compra en tu comercio de barrio y estarás haciendo la revolución proletaria, les falta decir. Sin embargo, si nos atenemos a las condiciones de sus trabajadores, el impacto económico en la sociedad y su responsabilidad social y medioambiental, los grandes centros comerciales, sin ser almas caritativas, respetan mucho más a sus trabajadores, al entorno y a la sociedad en general que esos pequeños empresarios que tanto idolatran algunos. Para muestra, 10 motivos con conciencia social para elegir una gran superficie estas fiestas:

1- Tratan mejor a sus trabajadores. Los sueldos y condiciones laborales, exceptuando el trabajo en fines de semana, son mejores en las empresas grandes. Sin ser el paraíso, hay más facilidades para tener una jornada reducida, se vigilan mejor los riesgos laborales, etc. Y los sueldos son más altos.

2- Sindicación y cooperación entre trabajadores. Lo anterior no es consecuencia de la bondad de los grandes empresarios del comercio, claro está. La clave reside en que las grandes cadenas emplean a muchos trabajadores, que pueden agruparse en sindicatos y unir fuerzas para mejorar sus salarios y condiciones, mientras que en un comercio pequeño que emplea a una o dos personas el trabajador está prácticamente solo, inerme ante la voluntad del jefe y/o el dueño. Y si reclama sus derechos, a la calle.

3- Dan trabajo a más personas. Una de las frases más repetidas por los pequeños comerciantes y hosteleros, sobre todo para argumentar su resistencia a la subida del salario mínimo o a la mejora de las condiciones de sus trabajadores, es que el empresario es quien crea empleo y riqueza. Si seguimos su propia lógica, un centro comercial que emplea a 200 personas será mejor que una tienda que da trabajo a dos, ¿no?

4- Ponen al trabajador en el centro. Todo empresario intenta extraer el máximo beneficio del trabajo de sus empleados. La diferencia es que las grandes firmas han evolucionado hacia una visión que contempla la experiencia de trabajo del empleado como un factor importante en la productividad que hay que cuidar. Para el pequeño empresario, en cambio, el trabajador debe darle las gracias por permitirle hacer horas extras a cambio de nada. Su gestión de recursos humanos se reduce a dos frases: “Es lo que hay” y “Si no te gusta, te vas”.  

5- Responsabilidad social corporativa. Es rara la gran compañía que, al menos de cara a la galería, no promueve valores positivos de convivencia: igualdad, solidaridad, sostenibilidad… El pequeño comerciante se jacta orgulloso de su racismo, su clasismo y su machismo.

6- Son más inclusivos y diversos. Como consecuencia, las posibilidades de ser contratado si no encajas en el modelo de país ideal del jefe son menores en un pequeño negocio. Y en caso de serlo, el riesgo de ser peor tratado por tu raza, género o ideas es más alto. 



7- Beneficios destinados a obra social. Derivado de la número 5, prácticamente todas las grandes empresas, incluyendo las del comercio, destinan una parte de sus beneficios a iniciativas solidarias: medio ambiente, educación, ayuda a familias menos favorecidas… El charcutero de tu barrio los destina a comprarse un Audi más gordo con le que darte en los morros.

8- Aportan más al común.
El fraude fiscal y laboral se da en empresas grandes, medianas y pequeñas. Sin embargo, a más nivel de ingresos, mayor contribución a las arcas públicas. Puede que los pequeños empresarios defrauden menos, pero es debido al menor conocimiento del Derecho tributario y las técnicas de elusión fiscal, no a un mayor sentido cívico.

9- El hilo musical es más agradable al oído. Con mejor o peor gusto, la gran superficie intenta poner música de fondo que guste a todos sus clientes. En la ferretería de al lado, tienes que escuchar a Jiménez Losantos y Carlos Herrera cagándose en los rojos, incluyéndote a ti.

10- No desprecian a sus clientes por su ideología. De derechas, de centro o de izquierdas, un cliente merece respeto, independientemente de la ideología de los directivos de la corporación. En el bar de la esquina, te toca aguantar al dueño llamándote "vago" y "muerto de hambre" por no ser dueño de tu propio negocio; eso cuando no aboga por fusilar a gente como tú.


 

 

lunes, 21 de diciembre de 2020

Biden, la decadencia de un imperio y su impacto en el resto del mundo

Polémica, remontada, suspense, amenazas… y al final ganó Biden. Las elecciones presidenciales de 2020 en Estados Unidos han sido fieles a esa regla tan yanki de que el espectáculo es lo que importa, dando más espectáculo que nunca, pero el resultado ha sido el mismo que apuntaban las encuestas desde hacía meses: victoria del demócrata Joe Biden y su segunda de a bordo Kamala Harris. A ello se suma la mayoría demócrata en el Congreso y la probable republicana en el Senado, lo que augura, como es habitual en los USA, dicho sea de paso, un equilibrio de poder bastante delicado y poco favorable a decisiones revolucionarias, que por otra parte no abundan en la política de Washington.  

Como es norma desde que Estados Unidos es una superpotencia, tras cada elección presidencial los demás países nos preguntamos cómo nos va a afectar la presencia del nuevo inquilino de Pennsylvania Avenue al resto del planeta. Y con mayor motivo en un contexto en el que, por primera vez desde hace tres décadas, el nuevo presidente de los EEUU no asume el mando de una potencia hegemónica a nivel mundial.

De hecho, el proceso de decadencia de la hegemonía estadounidense viene de más atrás. La propia  victoria de Trump en 2016 es consecuencia, entre otros factores, de la crisis económica de EEUU, provocada por el avance progresivo de la economía financiera en detrimento de la productiva, deslocalizada esta en el sureste asiático. Trump propone un repliegue proteccionista y una relocalización (en esto hay que reconocerle que ha sido un pionero), y eso le valió el voto de mucha clase obrera blanca afectada por la desindustrialización.

Pero, aunque a la interna la economía yanki no ha ido mal hasta principios de este año, Trump no ha logrado reducir las tasas de pobreza (creo que tampoco lo pretendía, este tipo de gente odia a los pobres como ya sabemos). Y a la externa, la perdida progresiva de poderío del dólar se ha acentuado en estos cuatro años en beneficio del yuan, y el ascenso de China al estatus de primera potencia económica es inevitable.

EEUU se encuentra inmerso en una Trampa de Tucídides con China: una potencia hegemónica en declive frente a otra en ascenso. ¿Como puede resolverse esta trampa? Normalmente a través de una guerra (que no tiene por qué ser militar). Y de esa guerra pueden salir tres escenarios. Uno, victoria de la potencia declinante y reafianzamiento de su hegemonía. Dos, victoria de la potencia ascendente y el consiguiente reemplazo como nueva potencia hegemónica. Tres, coexistencia más o menos forzada.

Personalmente, creo que el escenario uno es ya imposible. China será la nueva potencia mundial mas pronto que tarde, y ante eso EEUU puede optar por tres vías. La primera, admitir su declive y adaptarse a la nueva situación, conservando parte de su poderío (que no es poco) y manteniendo una actitud colaborativa con los nuevos amos del cotarro, los chinos. Es lo que hizo Inglaterra tras la Primera Guerra Mundial. La segunda, hundirse y pasar de superpotencia a país de segunda división. Es lo que hizo España en el Siglo XVII. La tercera, hundirse y llevarse al mundo occidental por delante con ellos.


Qasioun News Agency
https://www.youtube.com/watch?v=5GomGZViTrU

 

Parecía, a la luz de sus actos, que Trump prefería la tercera. De ahí que haya estado alimentando- con dinero y con asesores, al estilo americano- una suerte de Interterror Ultraderechista que auna a las milicias supremacistas blancas de Michigan, a los Gobiernos de Polonia y Hungría, a partidos como Vox en Europa occidental, a caudillos filofascistas como Bolsonaro y a los paramilitares ucranianos. En este sentido, la derrota de Trump más que la victoria de Biden puede suponer un alivio para las democracias occidentales. Pero no convendría alegrarse demasiado ni demasiado pronto: recordemos que fueron Obama y el propio Biden, con la activa colaboración de Hillary Clinton y John Kerry, quienes patrocinaron y armaron a esos mismos paramilitares ucranianos en 2014 y, anteriormente, a los fundamentalistas islámicos en Siria y Libia en 2011. Con demócratas o con republicanos, el dólar prevalece sobre la democracia.

Es por ello que Europa haría muy mal en seguir dependiendo de Estados Unidos, que no solo es el caballo perdedor, sino que además es un enemigo tradicional de Europa, aunque los dirigentes europeos lo nieguen. Valga el acto de presionar a Hungría para que no adopte la vacuna rusa como ejemplo criminal de rusofobia.

Lo mejor para EEUU (y para el resto del mundo) es que asumieran que el tiempo de las talasocracias atlánticas ya ha pasado y que adoptaran un nuevo papel, cediendo parte de su hegemonía cultural y, desde luego, militar y económica. China está conquistando África, pero ofreciendo infraestructuras y ayuda al desarrollo a cambio de los recursos naturales. En la pandemia se está viendo cómo en China han reaccionado poniendo el bien común por delante de los intereses individuales. Y no tienen el orgullo absurdo de pensar que lo suyo es lo mejor y no necesitan aprender de nadie. Aun siendo culturas muy diferentes, no nos vendría mal aprender de ellos.

Con todo, Europa todavía tiene cosas (inmateriales) que ofrecer al mundo. Somos un ejemplo en historia, en cultura, en Derechos Humanos, en Estado del Bienestar, en coexistencia democrática de ideas, fruto estas tres ultimas del periodo 1950-1990. Podemos aún jugar esa baza para pintar algo en el nuevo orden y tener un futuro decente. Pero esa baza no va a durar siempre. Y el seguidismo absurdo de los dictados de los USA, sean presididos estos por Biden o por Trump, que practican los dirigentes europeos desde hace décadas nos coloca en una pésima situación para aprovecharla.