lunes, 3 de febrero de 2014

El Lou Reed del fútbol: ‘Zapatones’ de Hortaleza

Decimos adiós a la personificación del espíritu del Atleti, a un tipo que jugó, entrenó y vivió como le dio la gana, aunque eso le supusiera transitar por el lado más salvaje de la existencia. Valga como mi homenaje a Luis Aragonés el perfil que escribí sobre él hace unos años, poco después de que lograra por fin ser campeón de Europa.


Resulta difícil en el fútbol posmoderno de principios de siglo, en el que la imagen y la fachada prevalecen sobre la esencia, lograr la adhesión, o al menos el respeto, sólo a base de trabajo y talento. Y menos cuando se tiene un carácter mitad agrio, mitad chabacano, a años luz de la metrosexualidad y el milonguerismo que triunfan hoy en día. Pero la gloria se da a aquellos que la han soñado siempre, y a Luis Aragonés le ha sido concedida unas cuantas veces, la mayor, el 29 de junio de 2008.

    Luis Aragonés (Madrid, 1938), futbolista desde 1956 y entrenador desde 1975, pasó por todos los equipos importantes del balompié español, aunque el Atlético de Madrid fue el club en el que cosechó sus mayores éxitos, como jugador –tres Ligas, dos Copas y un Pichichi- y como técnico –una Copa Intercontinental, una Liga, tres Copas y una Supercopa-. Entrenando al FC Barcelona logró una Copa del Rey.

    Con este bagaje, y la experiencia que da el ser el entrenador con más partidos en Primera División (757), se puso al frente de la selección española de fútbol en 2004, con el objetivo, siempre exigido y nunca logrado desde 1964, de dar a España un título internacional en su deporte rey.

    Las formas poco diplomáticas y a menudo polémicas del Zapatones, también conocido como el Sabio de Hortaleza, no se suavizaron con el cargo de seleccionador. En su primer año en el cargo, una conversación con el delantero José Antonio Reyes en la que se refería al jugador del Arsenal Thierry Henry como “el negro de mierda” estuvo a punto de acarrearle una sanción por racismo. Luego vendrían otras declaraciones famosas como “no me cabe por el culo ni el pelo de una gamba” y su bronca con el periodista Alfonso Azuaga, al que llamó cobarde y mentiroso. Su desaliñada vestimenta (casi siempre con chándal) y su tendencia a rascarse en las ruedas de prensa tampoco ayudaron a mejorar su imagen. 

    Su primer asalto, en el Mundial de Alemania 2006, dejó un sabor agridulce: España jugó un fútbol excelente en la primera fase, con jugadores nuevos como David Villa y Fernando Torres, y una apuesta decidida por los centrocampistas, que Aragonés, con muy buen ojo, había identificado con la esencia positiva del fútbol español. Pero la vieja guardia (Raúl, Michel Salgado y Cañizares) no se lo perdonó, exigió estar en el once titular y, al final, España cayó en cuartos ante Francia por un contundente 3-1. Fue entonces cuando se atrevió, dispuesto a todo con tal de ganar un título con España, a excluir a Raúl de la selección. El madridismo, que ya le detestaba por su pasado atlético, se lanzó en masa a pedir su cabeza, secundado por algunos medios de comunicación que ya veían a Vicente del Bosque en el banquillo español. Peor Luis, aun sin el apoyo de la Federación y sabedor de que Austria sería su última cita con la Roja, como él la llamaba, se mantuvo firme en su apuesta por la técnica y el toque, con el balón como referencia.

    Con ese equipo serio a la par que vistoso, rápido a la vez que talentoso, reflejo de su experiencia acumulada, logró el mayor éxito de la selección desde 1964. Aragonés, que no pudo ser campeón de Europa de clubes como jugador, lo era ahora de selecciones como entrenador. El manteo en el césped de Viena y las celebraciones de Madrid, en las que recibió el cariño de sus jugadores, fueron la despedida al seleccionador que más victorias ha logrado al frente de la Roja: 38 en 54 partidos. En enero de 2009 fue elegido mejor seleccionador nacional de 2008.


Hasta siempre, Zapatones.