miércoles, 16 de agosto de 2023

Amaral, topless y el deber de no juzgarlas

Los que hemos acudido en alguna ocasión al Sonorama Ribera sabemos que las reivindicaciones forman parte de manera natural del festival. En las pantallas de los escenarios, junto a la tradicional publicidad, aparecen mensajes reclamando mejoras para la ciudad de Aranda de Duero: recuperar el tren directo a Madrid y Burgos, un nuevo hospital... El gesto de Eva Amaral reivindicando la libertad de las mujeres para mostrar sus pechos sin coacciones, por lo tanto, no me sorprendió demasiado en ese escenario. 

Este gesto sí podía resultar más sorprendente por la protagonista del mismo: Amaral nunca se ha caracterizado por hacer reivindicaciones sociales y políticas explícitas. En sus canciones sí hay alegatos por la rebeldía, defensa del medio ambiente o de la independencia femenina, pero no son unos artistas politizados. Precisamente por eso, me parecen absurdas las acusaciones que ha recibido de buscar solamente publicidad con su topless en el escenario del Sonorama. Eva Amaral es una artista consagrada desde hace más de 15 años que no necesita trucos publicitarios. Quedarse con los pechos al aire en un concierto me parece, por el contrario, un acto de rebeldía y de defensa de la liberación de las mujeres, en un momento en que, después de décadas de avances, vuelven a darse retrocesos. Y también un riesgo, teniendo en cuenta lo mucho que les gusta a ciertos sectores sociales y políticos censurar y cancelar a aquellos artistas que expresan cosas que no les gustan. 

 Creo que las críticas al topless de Eva Amaral vienen, por un lado, de la envidia hacia una mujer con fama y talento que se atreve además a decir lo que piensa y se solidariza con otras compañeras de profesión sin miedo a sufrir consecuencias. Por otro, la fobia que sienten muchos españoles hacia cualquier postura mínimamente progresista, aunque esa postura sea una simple defensa de la libertad, esa libertad de la que tanto alardean. 

Pero el tercer motivo de las críticas a la cantante zaragozana me resulta más preocupante. Es la creencia de que los hombres todavía pueden arrogarse el derecho de decirle a una mujer cuando puede quedarse en topless y cuando no. En una peli de risa, bien. En un concierto, mal. En la playa, si la mujer en cuestión es atractiva, bien. Si no lo es, mal. Si es para anunciar coches, bien. Si es para reivindicar derechos para ella misma y para las demás mujeres, mal. Y así con todo.  

Pienso, y como hombre es posible que tenga una perspectiva menos precisa, que el gesto de Eva Amaral en el Sonorama no es tanto una reivindicación del topless como un alegato por el derecho de las mujeres a disponer de sus tetas como les de la gana. Sin que las aplaudan ni las coarten, sin que les digan dónde, cuándo, cómo y para qué está bien hacerlo y dónde, cuándo, cómo y para qué está mal y tienen que taparse. Nadie debería autoatribuirse el derecho a juzgar los actos de otra persona sólo porque no les gustan o le molestan. A nadie se le ocurre censurar a un tipo porque vista la camiseta de un determinado equipo de fútbol, por mucho que a los fans del equipo rival les pueda molestar. Y en ocasiones, ni porque vaya sin camiseta. ¿Por qué con una mujer es diferente? El deber moral de respetar los comportamientos ajenos, siempre que no supongan un perjuicio, comprende tanto a hombres como a mujeres. Lo contrario es barbarie.