miércoles, 16 de septiembre de 2020

Madrid, la derecha y la profecía autocumplida

"Madrid no es la tumba del fascismo. Es el paraíso de los pijos subnormales y los policías fachas”. Así rezaba un meme, impreso sobre la icónica foto del cartel “No pasarán” en la calle Toledo durante la Guerra Civil, que circulaba en mitad de la revuelta de los Cayetanos de mayo, difundido por integrantes de Podemos Comunidad Valenciana. En términos similares se expresaban militantes de otros partidos de izquierdas y de otras regiones: “Que se jodan”, “que cierren Madrid y se confinen con Díaz Ayuso”, “que disfruten lo votado”. Más allá del tradicional pique Madrid-periferia, de la habitual madrileñofobia o de unas relaciones entre pueblos marcadas por el desconocimiento y el topicazo en todas direcciones –el “disfruten lo votado” también se lo rebozan con frecuencia a gallegos, andaluces o castellanos-, el meme y las frases denotan dos fenómenos bastante graves.

El primero, una absoluta falta de respeto a los y las antifascistas de Alcorcón, Vallecas, Usera o Moratalaz que salieron a la calle a enfrentarse a los de las cacerolas. El segundo, la implantación en el imaginario colectivo al sur de los Pirineos de la idea de que Madrid es un feudo de la derecha, de que los reaccionarios son la mayoría social por aquí y de que el PP gobernará hasta el fin de los siglos.

Pero, ¿es esto cierto? ¿Es Madrid de derechas, estamos predestinados a sufrir las privatizaciones y el saqueo de las Aguirre, Ayuso y compañía per secula seculorum, tenemos realmente lo que nos merecemos? ¿O se trata más bien de lo que los científicos sociales llaman una profecía que se cumple a sí misma? Y lo más importante: ¿estamos condenados o es que lo hemos hecho fatal hasta ahora y simplemente sufrimos las consecuencias?

Para empezar, viene bien dejar los memes por un momento y fijarse en los datos. Las elecciones autonómicas en la Comunidad de Madrid en mayo de 2019 registraron una victoria del PSOE de Ángel Gabilondo con 880.000 votos, 165.000 más que el PP y un 27,3% del total. Más Madrid y Podemos, por su parte, alcanzaron 470.000 y 180.000 votos, respectivamente. Fue la suma de diputados de las tres derechas la que le dio mayoría sobre la izquierda: 68 frente a 64. Cuatro escaños de diferencia en la Asamblea de Madrid. No parece un balance muy hegemónico para la derecha. 

 

Foto: Wikipedia

 

Pero, aunque por escasa diferencia, lo cierto es que ganó la derecha, no la izquierda. ¿Por qué? Bien es sabido que a la gente de derechas le gusta votar. Quizás en los grupos de WhatsApp de la familia digan que todos los políticos son iguales y que la democracia es una basura, pero votan. Si se presenta Ayuso, la votan. Si se presenta David Pérez, le votan. Si se presenta un palillo con un moco pinchado en la punta, le votan. Por lo general –hay excepciones en todas partes, naturalmente-, el votante de izquierdas es más crítico. Si una candidatura le resulta interesante y le ilusiona, la votará. Si no, se quedará en casa decepcionado, o, en el mejor de los casos, circunscribirá su acción política al activismo en el trabajo, en el barrio o en la calle.

La siguiente pregunta está clara: ¿presentan los partidos de izquierdas candidaturas interesantes e ilusionantes en Madrid? El PSOE lleva años, desde la retirada de Juan Barranco de la política madrileña, poniendo aspirantes mediocres a más no poder. Ministros y secretarios de Estado quemados, el alcalde del tranvía de Parla y un entrenador de baloncesto, por ejemplo. Ángel Gabilondo rompió esa tónica, pero ha demostrado carecer de garra para liderar la oposición. En Podemos, tres cuartos de lo mismo. Ni el primer candidato, José Manuel López; ni la última, Isa Serra, ni el futurible, Jesús Santos, poseen el carisma ni la talla política de las primeras figuras estatales, ni siquiera los de alguna autonómica como Pablo Fernández o la antaño podemista Teresa Rodríguez. Otro gallo podría haber cantado en Más Madrid, pero la huida hacia arriba de Íñigo Errejón y la división interna entre errejonistas y carmenistas tampoco auguran un ticket potente para 2023, salvo que estrellas emergentes como Mónica García reviertan la situación.

Da la sensación de que los partidos de izquierda han comprado esa identificación de Madrid con derecha y han derivado en un pasotismo que les lleva a no molestarse en dar la batalla por la región. Las figuras políticas que salen de Madrid, que las hay, dan el salto al nivel estatal en cuanto pueden, como si una conciencia invisible les susurrara lo mismo que le decía el viejo proyeccionista al chaval de Cinema Paradiso: “Márchate, esta tierra esta maldita”. Y así, al sentirse despreciados por los partidos de izquierda, se crea en los madrileños poco politizados una conciencia del PP como “partido nacional madrileño”, como lo fue el PSOE en Andalucía, CiU en Cataluña, y lo siguen siendo el PNV en Euskadi y el propio PP en Galicia, disparándolo a la condición de partido hegemónico. El daño que Aguirre, Ayuso y compañía han hecho y hacen a Madrid queda en segundo plano frente a esta imagen falaz.

Llegamos así a una profecía autocumplida. Madrid no es de derechas. En las autonómicas ganó el PSOE, como hemos visto. En el ayuntamiento de la capital, Martínez-Almeida quedó segundo en las elecciones y es alcalde por los pelos. Los distritos de Salamanca y Chamartín suman menos habitantes que Vallecas, donde nunca ha ganado la derecha. Madrid también es la periferia rojimorada del Sur, es Distrito 14 dando la cara en la calle y la AV de Aluche repartiendo comida entre sus vecinos. Pero muchos, dentro y fuera de la comunidad, no lo ven así, consideran hecha la derechización de manera acrítica y dan Madrid por perdida.

Es esta una situación terriblemente peligrosa. Huérfanos de una izquierda que les ignora y les insulta, que sólo ve en Madrid un campo de batalla entre facciones o un trampolín hacia puestos estatales, muchos cometerán el error de creer que el partido de los Cayetanos es el de todos los madrileños, y picarán. O, lo más probable, pasarán de votar porque para qué. Y así, aunque Madrid siga sin ser pija ni de derechas, corremos el riesgo de que sus instituciones lo sean para siempre. A no ser que esos colectivos que dan la cara en la calle, esas asociaciones que cuidan de sus vecinos y esa gente organizada lo remedien. A no ser que vuelvan las AUPA, los Ganemos y los Madrid en Pie, con más alcance y con el conocimiento que dan los errores pasados. Pero si ello es o no posible, y cómo abordarlo, ya es tema para otro artículo.