domingo, 24 de enero de 2010

Sylvia Kristel


Para la generación liberada de los años 70, la irrupción de un nuevo género cinematográfico denominado erótico o soft-porn fue una bendición del infierno. Chicas guapas, escenarios exóticos y una fotografía pastelosa/sugerente que reflejaba el gusto de la pequeña burguesía intelectual , que por aquel entonces era la clase social emergente (qué tiempos).

De entre todas las actrices, starlettes y similares que poblaron el cine erótico europeo (el norteamericano era otra historia) de aquellos años, la primera en destacar, y la que caló más hondo en la memoria colectiva del porno blando, fue la holandesa Sylvia Kristel. Nacida en Utrecht en 1956, esta mujer de belleza mitad lánguida, mitad pícara  debutó a lo grande en el cine con Emmanuelle, una cinta de 1974 que reunía todas las virtudes y tópicos del género: fotografía vaporosa (introducida por su director, Just Jaeckin, y David Hamilton), veleidades artísticas,  ambientes exóticos y escenas sexuales por aquel entonces transgresoras, que incluían varios momentos en los que la Kristel se lo montaba con mujeres de edad superior o inferior a la suya. Verdaderamente, la chica contaba con virtudes más que sobradas para convertirse en icono de este erotismo hiperestético: guapa, pero sin estridencias; atractiva, pero sin demasiadas curvas; de aspecto dulce a veces y salvaje otras. Una mujer a la que admirar, desear o compadecer según la ocasión; la fémina total, vamos,  por utilizar un concepto que ese año su paisano Johan Cruyff había puesto de moda en un terreno muy diferente.

Lanzada al estrellato de ese cine en el que el guión exigía  mostrar los encantos de la protagonista, Sylvia Kristel protagonizó una segunda parte, Emmanuelle 2, la antivirgen,  y una tercera y una cuarta. Se mudó a Estados Unidos, donde hizo de cortesana  francesa, de profesora particular, de Mata-Hari concupiscente y un sinfín de personajes más, siempre enseñando las tetas y siempre mostrando esa sonrisa entre ingenua e insinuante que se fue apagando,  cercada por la cocaína y los traumas sexuales de su adolescencia.

Cuando mi generación, entrando en la adolescencia a principios de los 90, la descubrió, ella casi ya no hacía cine. Pero nosotros no lo sabíamos. Antes de Ginger Lynn y Sarah Young, Sylvia Kristel (a pachas con Kim Basinger) fue nuestra primera maestra de curvas femeninas y gemidos preorgásmicos. La realidad nos enseñaría en los años siguientes que la vida no es una peli de Emmanuelle, que ir a Tailandia no garantiza cepillarse a ardientes esposas de diplomáticos frustrados y que la gente no se enrolla en los aviones como si tal cosa, pero la bella holandesa nos proporcionó ilusión para unos cuantos sueños, más o menos húmedos, más o menos románticos, según la tendencia de cada uno. Por eso la quisimos. Aunque no sirviera de nada.

martes, 19 de enero de 2010

Kolova

Para los no seguidores de 'La Naranja Mecánica' (tanto en su versión novelada de Anthony Burgess como en la cinematográfica de Kubrick), el Kolova era el bar que Alex y sus drugos tomaban como base de sus expediciones de sexo, drogas y ultraviolencia. Como verán, el tercer término de la trinidad enunciada por Frank Zappa no aparece; no hay rock and roll, pero sí hay Beethoven, así que vaya lo uno por lo otro.
Sabido esto, no es difícil imaginar que este blog que homenajea en su título a la distopía burgessiana va precisamente de eso: de sexo, de drogas, de ultraviolencia (entendida en su dimensión no sangrienta, esto es, como política) y de rock and roll (y similares). De la vida misma, vamos. Y como parte de la vida que es, intentará reflejar el todo de la mejor manera posible, o de la más divertida por lo menos.