martes, 24 de marzo de 2015

Andalucía entera... como Mercasevilla

Hay dos Andalucías. Una es la Andalucía de los EREs falsos, del fraude en el PER, de las mordidas en Mercasevilla, del voto cautivo, del Bronx de las 3000 Viviendas, del 37% de paro, el cortijo –nunca mejor dicho- de los Chaves, Griñán y Díaz, de los jornaleros que votan a la –en palabras de Reincidentes- nueva oligarquía de señoritos travestidos de pana.

La otra es la Andalucía de la dignidad, de Sánchez-Gordillo haciendo realidad la utopía en Marinaleda, de los que no quieren limosnas sino pan y tierra, de Diego Cañamero detenido por defender los derechos de los trabajadores, de los astilleros de Cádiz en lucha, de la Casa Invisible.

 Hay también una Andalucía de analfabetos funcionales, de garrulos orgullosos de serlo, de ¡olé mi zeñorito! y de ¡vivan las caenas! La Andalucía de Sergio Ramos, vaya. Pero no nos olvidemos de que también existe la Andalucía de Blas Infante, la de Luis García-Montero, la de Narco y la FRAC.

 Desafortunadamente, la mayoría de andaluces que conozco pertenecen a la primera, salvo honrosas excepciones. No sé por qué, tenía la esperanza de haber tenido mala suerte, de que los hombres y mujeres dignos e inteligentes son mayoría allí abajo. Pero temo que me equivoqué.

El domingo se enfrentaban ambas Andalucías en las décimas elecciones autonómicas de su historia. Lo nuevo frente a lo viejo. Lo racional frente a lo irracional. La dignidad frente a la subvención y el mamoneo. Y ganó lo de siempre. Viejos parches para nuevos, y decisivos, desafíos. Marinaleda es Marinaleda, pero Andalucía vota en masa a los mismos que le han robado durante 35 años en Sevilla y a la versión local de los que la machacan en Madrid.


Para estas cosas siempre hay explicaciones de todo tipo. El pasotismo, el conformismo, la desinformación, el miedo a que gobierne alguien peor. Pero con un panorama político mucho más abierto, la disyuntiva no era ya PSOE o PP. Y sobre la abstención pasiva o el conformarse con lo que hay, prefiero no opinar…

Pienso al final que en un lugar –autonomía, pueblo, ciudad o nación- gobernado por ladrones e incompetentes, los que les siguen votando sólo pueden hacerlo por dos razones. Una, porque ellos también pillan y, por tanto, les conviene que todo siga igual. Defínanlos ustedes como quieran. Otra, porque aunque a ellos también les roban, les parece cojonudo. La ceguera del fanático o, peor, el “mejor que me roben los míos a que me roben los otros”. Dejo también en sus manos el calificativo.

Por uno u otro motivo, la mayoría de andaluces ha votado más de lo mismo. Podría decir para conformarme que a medida que vas bajando hacia el Sur, va descendiendo el grado de civilización. Pero, además de lo injusto que sería con muchos andaluces –minoría, pero muchos aun así-, tiene toda la pinta de que en el centro –Madrid- y en el este –Valencia- pasará lo mismo con el PP dentro de un par de meses, así que mejor me callo.