Volvió el fútbol, volvió la Liga y volvió el
Atleti, este año sin un título
que echarnos a la boca como en los tres anteriores. Vuelven también las
conversaciones de todos los años por estas fechas, que si este año ganaremos
algo, que si somos aspirantes al título, que si podemos repetir la final de la Champions de 2014.
Y vuelven, desgraciadamente, los lamentos por los que se
fueron en verano. A Mandzukic, pese a su indudable compromiso con el equipo y
al gol que nos dio nuestro último título –la Supercopa de España
2014-, no son muchos los que le echarán de menos. Otra historia es Arda Turan.
Uno de los jugadores con más talento de la historia del Atlético de Madrid se
fue a un club donde la clase se valora más (y con más pasta, dicho sea de paso)
y dejó un déficit suplementario de calidad en un centro del campo que no brilla
precisamente por el talento.
Curiosamente, después de una temporada 2014-2015 en la que
el Atleti cumplió pero no estuvo a la altura, en títulos ni en juego, de lo
esperado, el Cholo prometió una revolución en el equipo, dándole a Koke el
manejo del centro del campo. La promesa nos ilusionó a muchos, los que
recordamos que jugar rápido, intenso y bien no son cosas incompatibles. Con
Koke de medio centro, todo apuntaba que el Atleti sería más creativo, tendría
más recursos y aunaría velocidad y buen juego, como el mítico Atleti de los 70.
Pero la pretemporada fue transcurriendo y Koke regresó, tras
un par de pruebas como 5, a la banda izquierda de siempre. El esperado recambio
de Arda no fue tal, sino un par de extremos –Vietto y Carrasco- prometedores
pero más dotados para la carrera que para el toque. Afortunadamente, volvió Oliver,
al que algunos ya nos temíamos vendido al Oporto. Y la renovación quedó ahí.
El primer partido de la Liga, una victoria 1-0 en casa ante la UD Las Palmas, dejó algo de
brillo en la primera parte y mucho sopor en la segunda. El Atleti ganó gracias
al portero y al delantero más en forma del equipo, pero no convenció a casi
nadie. Los siguientes partidos ante Sevilla y Galatasaray dejaron mejor imagen,
pero contra el Getafe se volvió al brillo escaso y el tostón durante la mayor
parte del partido, algo que se repitió en el derby contra el Real Madrid.
Preocupa que al inicio de la quinta temporada de Simeone, el
Atleti juega peor que al inicio de la segunda (recordemos el Atleti-Chelsea de
septiembre de 2012). No entraré en el tema de que los nuevos fichajes –sobre
todo Vietto- no son titulares. Al fin y al cabo, el Atleti es un equipo grande
(algo que algunos parecen olvidar) y ningún equipo que aspire a títulos tiene
solamente 11 jugadores de primer nivel en la plantilla.
La defensa es la de siempre, con la vuelta de Filipe Luis
añadida. Aunque menos férreo que de costumbre,
el Atleti sigue encajando pocos goles. Arriba tenemos más dinamita que nunca,
con cuatro delanteros de primer nivel, suponiendo que Jackson Martínez se
parezca más a Falcao que al Tren Valencia,
claro. Pero… el centro del campo, siempre el centro del campo.
Tras unos años de sobredosis de centrocampistas, este año
hemos perdido a Mario Suárez y Raúl García. El medio centro, que parecía
destinado por fin a Koke, con lo que de creatividad y nuevos recursos supone,
ha acabado en manos de Tiago y Gabi como en las últimas temporadas. Jugadores
de valor indiscutible, pero con menos juego y con un físico ya mermado por la
edad. Tampoco ha habido un recambio claro para la magia de Arda y, con su
perseverancia en un estilo basado en intensidad, presión y balones aéreos, que
nos ha dado muchos triunfos pero que los rivales ya se conocen de memoria,
parece que Simeone ha renunciado a la sorpresa.
Quizá se podrían aprovechar las múltiples opciones arriba
para cambiar el estilo. El 4-3-3 que algunos aficionados proponen es, sin duda,
la mejor estructura para el Barça, un equipo con tradición y jugadores de
toque, pero no encaja muy bien con el contragolpe, marca de la casa del
Calderón. El 4-5-1, además de un tanto rancio, tampoco funcionó contra el
Benfica, ni en juego ni en resultado. Y de hecho, el Atleti puede jugar bien y
ganar con un 4-4-2, como ya se ha demostrado.
Pero si los jugadores de creación, Koke y Oliver, quedan
arrinconados en una banda, si los volantes carecen de velocidad y, no uno, sino
los dos medios centros son de corte defensivo, parece que esta temporada nos
vamos a aburrir soberanamente. Y ni siquiera por una buena causa, ganar
campeonatos, habida cuenta de que todo equipo que no varía –conservando lo
esencial- su estilo de juego acaba resultando previsible y por tanto
desactivable. O mucho cambian las cosas o volveremos a los tiempos oscuros de
hace 10 años. Al fin y al cabo, el aficionado atlético puede vivir sin títulos,
pero no sin emoción.